esa mirada tuya
tan obscura y reservada; tal vez por enamorada
que entre dientes masculla
por verte como una vieja. Aunque prescindes de paños
que ensombrezcan a tus líneas,
estas permanecen níveas,
mas sí te pesan los años. Hasta envidia te despierta
ese querubín alado,
que persiste enamorado,
aunque no luzcas perfecta. Él sostiene convencido
el espejo inmaculado
que ilumina tu belleza,
aunque tú no te des cuenta
de cuánto por ti daría. Cuánta dama desearía
lucir dichosa y contenta,
con donosura y grandeza,
tu reflejo ya olvidado,
mas no desaparecido.
(La Venus del espejo. Diego de Velázquez. National Gallery, Londres)
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