Esas curvas que me privan,
me acompañan por las calles,
me desvelan mil detalles,
a los muertos los reaviva.
de susurros incorpóreos,
de latidos estentóreos,
callados como la brisa. Perderían su sentido
los ensayos y la historia,
quedarían sin su gloria
vencedores y vencidos. Serían menos los romances,
los sonetos y las liras;
los quintetos y sextillas
quedarían sin desenlace. Qué haría Edipo sin Yocasta,
Calixto sin Melibea;
Don Quijote y Dulcinea
nos harían mucha falta. Quién daría su sentido
y reflejo a la palabra,
logrando por fin plasmarla:
hay que estarle agradecido. Sinuosa compañera,
tú que jamás abandonas
a escribanos y rapsodas,
por ser su fe verdadera, continúa pregonando,
sin pausa, y sin mesura,
por medio de la escritura,
cuanto vayamos pensando. Que sólo tú haces posible
que el milagro de la vida
se plasme en cuanto se escriba
y no sea inconcebible.
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Ilustración de Álvaro Ontiveros |
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