al hombre tan putrefacto,
menuda falta de tacto
que demostró el alfarero. Diseño tosco y desnudo,
con la mirada perdida,
con la moral deprimida,
de natural inseguro. Qué podía hacer este niño,
abandonado en el mundo,
sino mostrarse iracundo
con tan amargo destino. Se le apiadaron los dioses,
al sentirse reflejados,
también se ven afectados
por las carencias y goces. Una dulce compañera
que mucha falta le hacía,
por dar sentido a su vida,
y regar juntos la Tierra. Paciencia, tino y buen juicio,
tranquilidad y cordura,
sumadas a la ternura,
le hacían falta a este crío. Desde entonces, las cosquillas
nos alimentan a todos.
Cuántos serían los logros
de no ser sólo costillas.
Aunque tarde, no podía faltar a la cita.
Para todas las mujeres
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