Se rompió la noche esperando,
las fragancias de la amapola,
y que la sonrisa en el rostro
se iluminara por sí sola.
Se rasgó una nube en el cielo,
soplando trigales y ceras,
haciendo un favor a Morfeo,
como una velada cualquiera.
Se ha roto una lágrima, seca
por remontar una colina
deshecha entre los barrizales
que atenazan a mis mejillas.
Se ha rasgado entre los párpados
la torpe pluma que camina
por entre escritos presurosos,
que en alabarte nunca atinan.
Se romperá el postrero día,
a hurtadillas y de puntillas,
confundiendo como confunde
tus sueños con mis pesadillas.
Habrá de rasgarse en mi pecho,
el último de los suspiros,
poniendo fin a cada cuento,
procurando obviar al olvido.
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