Yo era un pirata menudo que no paraba en cubierta, de los de pecho desnudo, de los de mente despierta.
Un genuino corsario de los de brazo tatuado, no he conocido adversario que jamás me haya engañado. Mi melena suelto al viento cuando resopla el levante, y por las noches contemplo la Luna desde el pescante. Mi mundo eran las mareas, mis mares la tierra firme, mis refugios las tabernas que me ahogan sin hundirme. La más infame cuatrera vino a aparecer un día, y como andante sirena de mi ser se adueñaría. Yo que había derrotado filibusteros por miles, comprobé desconcertado lo poco de que me sirve. No han nacido bucaneros que resistan a la espada, ni al embuste traicionero de una dulce enamorada. Quizás fue ese olor salado de los bucles de su pelo, o ese brillo anacarado justo antes de sus besos. El caso es que por ventura me topé con tal doncella, salvando mis desventuras encadenándome a ella. Compruebo ahora perplejo cuán poco hubiera servido, llegar a la edad de viejo, manco, tuerto, o tullido. Sinceramente confieso, sin llegar a renegado, que aunque ahora me hallo preso, fue sin duda tolerado, pues más le vale al pirata conservar bien su tesoro, que perderlo por bravatas ambicionando más oro. No hay pues mayor recompensa que a este viejo reconforte, que la de tener contenta a mi buena y fiel consorte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te gusta: COMENTA...