Sal que armoniza el ritmo de los días,
diamante en bruto por pulir conmigo,
árbol robusto al que ceder tu abrigo,
compañera eterna de fantasías.
Defensora incansable de lo nuestro,
lumbre inagotable para el cobijo,
capaz de acertar con los entresijos
que a un loco llevan a haberla depuesto.
Desgraciado aquel que no vea el futuro
luciendo lustrado en su hermoso vientre,
y es capaz incluso hasta de matarlas.
Dichoso aquel que se entrega desnudo
a apreciar sin mesura a las mujeres,
dando justo valor a enamorarlas.
"Elena y su sombra", de mi vieja amiga, Laura Ríos Villar.
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