martes, 2 de septiembre de 2014

De princesas y ogros

No paras de preguntar por qué,
y para mí todo es ignorancia.
Sólo diré que juegos de infancia
pusieron coto a nuestro querer.
Como un milagro, llegaste tú,
de pronto todo cobró sentido,
me sentí como un pájaro herido,
por no otorgarte mi juventud.
Todo mi mundo se trastocó,
me di cuenta demasiado tarde.
Dirás de mí que fui un cobarde,
incapaz de demostrar valor.
Horas de lluvia sobre el cristal,
días de lluvia sobre el asfalto.
Ningún hombre toleró quebranto
como el de soportar tu mirar.
Tú siempre serás mi princesa,
por más que a veces parezca un ogro,
pero yo guardo como un tesoro
cada besito en mi cabeza.
Pido que no olvides, por favor,
cuando tu mundo era mi universo,
que tus noches conmigo eran cuentos
que me devolvían el calor.
Para mañana pido tal vez
que estas palabras de humilde padre,
no sean dichas todas en balde,
y las recuerdes en mi vejez.

Nos vemos este sábado en Madrid.

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