supo incendiar tambores en mi pecho,
la noche en que cantaba satisfecho
el gallo presuroso de alborada. Resultó tan ansiosa mi tonada,
por querer abreviar tan largo trecho,
que cabía esperar un vil despecho
como lució mi estrella equivocada. Afónico quedó por un momento,
el gallo, sin espuela ni bravura,
sin poder ocultar su desconsuelo. Habría de recobrar su tenue aliento,
tan pronto hicieras gala de ternura
con que desenterrarle de los suelos.
![]() |
'El gallo japonés', de Mariano González. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te gusta: COMENTA...