Quisiste hacer de la noche quebranto,
en medio de un silencio que me ahuyenta,
viciando asaduras que te alimentan
por culpa del frío que trae tu manto.
Sirvieron los cuentos de innoble pasto,
con que abonar tu aire de leyenda,
alfombras espinosas que se inventa,
un pensamiento seco por el llanto.
Mas cuando descubrí el terrible encanto
con que la sombra envuelve a los amantes
te abandonó la mueca del engaño.
Los años de dolor, sólo un instante;
la penumbra acabó sin voz ni mando,
el día que el corazón se alzó triunfante.
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