El pasado viernes, a punto de salir del trabajo, ante la perspectiva de un fin de semana de frío, mesa camilla (tan típica en Andalucía), peli y palomitas, comenzaba a invadirme la incertidumbre respecto a qué tipo de cine ver. Últimamente me ha dado por huir de títulos que no hayan supuesto lo que vendríamos en denominar "taquillazos". Fue esto lo que me llevó por casualidad a fijarme, entre otras, en una película protagonizada por Keira Knightley que, o bien mi ausencia de las ondas hertzianas -o "tedetianas"- alcanza cotas preocupantes, o juraría que pasó sin pena ni gloria por las carteleras españolas. Caso de equivocarme, estoy dispuesto a que me corrijan.
Su título, 'Empezar otra vez' (Begin again), no es que dijera mucho, salvo que dejaba entrever un preocupante parecido con la oscarizada oda a la siesta de José Luis Garci 'Volver a empezar'. Nada más lejos de la realidad. Ya el primer plano rebaja la taquicardia ante tan remota posibilidad.
Su portada, tal que ésta...
...Hacía presagiar la típica 'road-movie' americana. Ea, pues tampoco; por hablar.
Para mi sorpresa, esta deliciosa película musical, del mismo director de 'Once' (que, de paso, si no la habéis visto, os recomiendo encarecidamente), fue un rotundo acierto. Igual que aquella, toma como punto de referencia la (tan malograda en nuestros días) esperanza. Esa que tantos y tantos músicos desconocidos pero de calidad enarbolan en cada nota que nos dedican en cualquier bar, o en cualquier esquina, pese a la persecución que padecen por parte de autoridades sin escrúpulos, que equiparan a artistas con estafadores. No hay mayor muestra de desgobierno ni de inconsciencia.
Pero como digo, este film nos habla de la esperanza, y ésta, pese a su belleza, tiene una prima hermana que la convierte en simpática y, sin la cual carece de fuerza, como es la suerte; y ya se sabe que, como dice el dicho, 'más vale caer en gracia que ser gracioso'. Pues bien, esto es lo que le pasa a Gretta (Knightley), quien abrumada por el atronador éxito de su compañero, Dave Kohl (Adam Levine, o lo que es lo mismo, el cantante de Maroon 5), que llega a darle carpetazo sentimentalmente hablando, se ve abocada hacia el camino que conduce hasta -como magistralmente lo define Sabina- "donde habita el olvido". Es allí donde se cruza con la citada prima hermana. Dan (Mark Ruffalo), un productor musical venido a menos, escucha casualmente una de sus canciones y le propone la peregrina aventura de grabar un disco sin presupuesto.
Pues con semejante locura por argumento, junto con una extraordinaria banda sonora (las canciones, como en Once, no tienen desperdicio), se consigue que una a priori caótica melodía alcance la más perfecta armonía, en el majestuoso teatro en que se convierte la ciudad de Nueva York.
Ya no se dirigen musicales como los de antes, en los que las canciones y los bailes estaban metidos con calzador. Ni falta que hace, ya que como demuestra éste, la música se puede encuadrar de una manera perfectamente engrasada en el devenir de la historia sin corte brusco alguno.
Sólo comentar que, como anuncia el cartel de más arriba, tras el visionado de 'Begin again', se "garantiza poner una sonrisa en tu boca".
Escribo esta reseña por dos motivos: el primero, porque ya hacía tiempo desde la última y no sólo de poesía vive el hombre; y el segundo, como humilde homenaje a tantos y tantos artistas que como "estrellas perdidas", no gozan siempre de una oportunidad para demostrar su talento, pero eso no les resta ni un ápice de la fe que de manera incondicional les acompaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te gusta: COMENTA...