De tu lecho y mis entrañas volaron las mariposas,
cuando el fuego en tus pupilas, mi penumbra reflejaba
cuando golpes y suspiros sin compás las asustaban,
aquellas que con mirarte, temblaban indecorosas.
Ni siquiera en pie quedaban los pétalos de las rosas,
cuando en un intenso tango, a mis pasos te entregabas,
y con misterioso embrujo, las manos entrelazadas,
continuaban por perderse, para encontrarse a las horas.
Ahora ni flores, ni polen, atraen su alevoso vuelo;
ahora los charcos y el frío, de barro mis pies corrompen,
llevando a nuestras miradas a coincidir en el suelo.
No había tenido en cuenta, que cada verano esconde,
un otoño de hojas secas, ramas que cortan el cielo;
otra fresca primavera habrá que esperar entonces.
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