lunes, 1 de junio de 2015

El despertar

Borrando el malva del horizonte,
el Sol va su manto rielando,
suavemente acaricia los montes,
sorprende a la Luna bostezando.

Los espejismos siguen reinantes
en la caverna del viejo sabio,
mientras los cuerdos ríen triunfantes,
el loco aún se muerde los labios.

Tiempo ha que arrancó sus cadenas,
como porcelanas quebradizas;
alcanzó a correr por las arenas
que le anunciaron resbaladizas.

Al retornar, le asola la pena,
al abundar las almas que olvidan,
duros grilletes de su condena,
en la ignorancia pasan la vida.

"¡Abandona ese yugo que portas,
pesado collar que a gusto arrastras!"
Parece, más bien, que no le importan
al hombre las cuerdas que desatas.

Prefiere lucir las alas cortas,
disfruta del peso que le lastra,
por más que les hables de gaviotas,
quieren seguir creyendo en fantasmas.

Y así otro día más, se marchará el Sol,
volverán prestas, sombras a reinar.
El loco habrá de buscarse el calor,
no se ofrecen almas a cobijar.

La Luna otra vez, se come el color,
los hombres, de nuevo, van a soñar.
El pobre viejo, aguarda el albor,
no se rendirá con el despertar.

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