Saliste a volar, como cada mañana,
a buscarte la sal, el agua y la harina;
de vuelta el azar, oculto aguardaba,
injusto final en la eterna partida.
Volviste a cantar, copando cada rama,
anunciándote el mar, alzando la vista,
el marchito azahar tu sino mostraba;
acaba el trinar porque azota la brisa.
Una rata, o un felino tal vez,
a juicio del sol, vale cualquiera:
frío, hambre, o ausencia de querer.
El caso es, que quedaste en la acera.
Tu estampa dice que fue al defender
un último vuelo en primavera.
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