Desde la niñez primera,
desde el lecho adolescente,
siempre tan omnipresente,
mi querida compañera.
Con la luna verdadera,
con el vicio decadente,
te has mostrado consecuente,
me has dejado que te quiera.
Maldita será la noche
que perezcan las cosquillas,
no quiero ni que la nombres.
Por eso bendigo entonces
la primigenia costilla,
regalo para los hombres.
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