Me conduces a equiparar
el primer beso, o el de ayer,
entre el silencio del pinar
y el brillo del atardecer.
Tú me permites respirar
con un aliento de niñez,
razones por las que soñar,
motivos en los que creer.
Mi acordeón haces sonar,
por la escalera al ‘Sacre Coeur’,
subir al cielo de Montmartre
con el Concierto de Aranjuez.
Por el Chiado disfrutar
con la ‘saudade’ a flor de piel.
Desafinando, recordar
a las ‘garotas’ de Jobim.
De mis paseos junto al mar,
el barro por entre los pies.
En medio de la tempestad
el puerto donde atracaré.
Susurros que me traen la paz,
y guerra son, todo a la vez.
Un chocolate que mezclar
con los churros de San Ginés.
Son todas cosas que gozar
con sólo el tacto de tu piel,
momentos de felicidad
a los que tú me haces volver.
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