No es que la noche me atormente,
pero es que el día se hace eterno,
cada segundo que gotea,
encharca cada sentimiento.
Reloj de arena presurosa,
sólo alimentas desconsuelo,
por extrañar la compañía
de la paloma de mis sueños.
El que ella vuele venturosa
hasta el olivo de mi huerto,
para instalar su propio nido,
me haría sentirme más resuelto.
El blanco nácar que ella luce,
despierta el ritmo de mi pecho,
y el aleteo que regala
me lleva a remontar el vuelo.
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