Dibujaste en mi cabeza
una sonrisa de mujer,
de esas que quiero que vuelvan,
de esas que van a volver.
Desdeñaste mi torpeza
recuperando mi fe,
porque quieres que te quiera,
porque te quiero querer.
Eres toda mi certeza,
todo por lo que creer,
ahora miro con fijeza
todo lo que ansío ver.
Eres ambrosía y néctar,
puro aroma de café,
déjame que te consienta,
por favor, consiénteme.
Rojos como las cerezas;
tus labios así han de ser.
No quiero que me convenzas,
sólo me he de convencer,
que para que tú me quieras
sólo te he de devolver
la luz de la primavera
a esos labios de mujer.
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