Desvelado y contemplando
el rielar de mi propia sombra
sobre la pared del cuarto,
el yerto cirio se desdobla
taciturno y dibujando
visiones que a oscuras te nombran;
el tic-tac se va cobrando
amargos minutos y horas.
El negro pesa en mis pupilas.
El papel yace siniestro
sobre el cedro de la mesilla.
Agrupo recuerdos nuestros
que las tinieblas iluminan
a pesar que no hayas vuelto.
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