Nobles espejos ya, lucen los charcos,
de la calle empedrada de mi pueblo,
esa donde resbalan los recuerdos
apresurados al pasar los años.
'Esto son cuatro gotas': ya decían,
algunos de temperamento incauto.
Los mismos que parecen ahora exhaustos,
pues tuvieron que huir de la llovizna.
Ya los cafés se llenan como antaño;
quién recogerá ahora las terrazas.
No querían creer las amenazas
del final inminente del verano.
Y lo peor no es la fuerza del viento,
la lluvia, las nevadas o el granizo,
sino que se compruebe compungido,
el implacable paso de los tiempos.
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